El sol provee las condiciones básicas para el desarrollo de la vida, siendo la radiación un elemento natural en su conformación. Ésta se compone de tres tipos de rayos ultravioleta (UV): los UV-A, UV-B y UV-C, siendo los dos primeros los que impactan directamente en la salud de nuestra piel y de nuestro sistema inmune.
Rayos UVA, UVB y UVC
Por un lado, los rayos UV-A tienden a causar lesiones en la piel, dañando el ADN de las células. Sus efectos son acumulativos y se pueden observar a largo plazo, por ejemplo, en la aparición de arrugas, pecas y/o manchas oscuras, pudiendo, además, favorecer el desarrollo de algunos tipos de cáncer.
Por otro lado, los rayos UV-B, cuya energía es más potente que la de los UVA, tienen un impacto mayor en el ADN de las células de la piel, siendo los principales responsables de las quemaduras y causando la mayoría de los cánceres.
Los UVC, aunque tienen más energía de los dos primeros, no penetran la atmósfera, es decir, no se encuentran presentes en la luz solar que recibimos.
La capa de ozono funciona como el principal escudo contra los rayos UV, pero se ha visto debilitada debido a la contaminación por gases CFCs (gases inertes que se degradan, combinándose con el ozono, y lo destruyen). Por esto, hoy en día es fundamental conocer y prevenir los riesgos que conlleva exponerse al sol de manera prolongada y sin protección.
Las maneras alternativas de conseguir el bronceado de la piel, lámparas o camas de luz, emiten radiación UV, por lo tanto, también pueden causar cáncer u otro tipo de daño a la piel y los ojos. Antes se pensó que probablemente podían ocasionar cáncer, pero, desde el año 2009, la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer), en adelante se les considera artefactos “carcinógenos para el ser humano”.
Peligros para la piel
La exposición a la radiación UV, el bronceado y las quemaduras solares, puede ocasionar:
- Melanoma: si bien es un tipo de cáncer que depende, en cierta medida, de factores genéticos y problemas en el sistema inmunológico, la radiación UV es el elemento con mayor impacto a la hora de desarrollar la enfermedad, siendo el cáncer de piel con la tasa de mortalidad más alta. La exposición a la radiación UV durante la niñez puede, a largo plazo, desembocar en este cuadro, debido a que el daño generado por ésta es acumulativo. Por ello, es fundamental proteger a los niños y niñas desde una edad temprana y promover una cultura de prevención respecto del riesgo de los rayos UV en las generaciones más jóvenes.
- Carcinoma: corresponde a un tipo de cáncer de piel menos agresivo que el melanoma, porque, de ser diagnosticado a tiempo, existe una probabilidad mayor de ser tratado con éxito. El carcinoma tiene variantes, siendo las más recurrentes, la del carcinoma de célula basal (es localizado y de crecimiento lento) y la del carcinoma de célula escamosa (se expande a distintas áreas del cuerpo).
- Queratosis actínica: son manchas o parches de piel ásperos y escamosos ubicados en la superficie de ésta, que aparecen después de años de exposición solar. Si bien son de naturaleza premaligna, son un factor de riesgo en relación al desarrollo de carcinoma de célula escamosa.
- Envejecimiento prematuro: muchos de los signos en la piel asociados a la vejez, como arrugas y manchas, están relacionados sobre todo con la exposición a la radiación UV, por lo cual, el protegerse de ésta adecuadamente desde una edad temprana, puede contribuir de manera efectiva a evitarlos.
Peligros para los ojos
La radiación UV también afecta a los ojos provocando distintos tipos de enfermedades que afectan la vida de una persona, como:
- Cataratas: los rayos UV dañan el cristalino nublando la visión, lo que, de no ser operado, puede terminar causando una ceguera parcial y total.
- Pterigión: corresponde al crecimiento del tejido subjuntivo que puede obstaculizar la visión.
- Degeneración de la mácula: afecta la retina donde la percepción visual es más aguda.
Otros peligros
La exposición a la radiación UV sin elementos de protección pueden afectar al sistema inmunológico respecto de sus funciones relacionadas con la protección de la piel, debilitando las defensas de ésta contra cánceres u otras afecciones.
¿Cómo afrontar los peligros?
Si bien es imposible no exponerse a los rayos UV, se puede prevenir el daño que éstos ocasionan en la piel usando lociones fotoprotectoras, evitando el sol directo entre las 12 y las 16 hrs., utilizando sombrillas y ropa adecuada y, en los ojos, usando anteojos con protección UV-A y UV-B alta y sombreros.