En Chile, miles de trabajadores pasan gran parte de su jornada al aire libre: en la construcción, la agricultura, la minería o la pesca. El sol, que a menudo parece inofensivo, es en realidad un riesgo laboral constante. La radiación ultravioleta (UV) no se ve ni se siente de inmediato, pero sus efectos acumulativos pueden derivar en fotoenvejecimiento, daño actínico o enfermedades más graves, como el daño ocular y el cáncer de piel. Acá compartimos 4 pilares para lograr una cultura de fotoprotección real en el trabajo.
La fotoprotección laboral no es un lujo ni una recomendación opcional: es una obligación para los empleadores y una responsabilidad de autocuidado para los trabajadores. Lograr un verdadero cambio cultural en torno a este tema requiere más que medidas puntuales. Se necesita una cultura de fotoprotección real, sostenida en pilares sólidos que transformen la prevención en un hábito cotidiano
1. Educación Constante: La base de todo hábito
La educación es el cimiento de cualquier cambio real. No basta con una charla al inicio del verano o un folleto con recomendaciones. La radiación UV es un riesgo constante durante todo el año, incluso en días fríos, nublados o de invierno.
Educar implica informar, sensibilizar y motivar. Los trabajadores deben entender qué es la radiación UV, cómo afecta la piel y por qué sus efectos, aunque no sean visibles de inmediato, dejan huellas permanentes. Una campaña educativa efectiva debe incluir:
- Charlas breves y periódicas en terreno.
- Material visual claro en áreas de descanso.
- Videos explicativos que muestren casos reales de daño solar acumulado.
- Recordatorios constantes en cada temporada.
Cuando la educación es continua, la fotoprotección se convierte en una rutina consciente.
2. Liderazgo Visible: El ejemplo arrastra más que las palabras
Un hábito se instala por imitación. Si los supervisores, jefes y líderes de equipo usan de manera visible sus elementos de protección personal (EPP) —como protector solar, gorros de ala ancha o lentes con filtro UV—, están enviando el mensaje más poderoso: «yo también me cuido y quiero que tú lo hagas».
El liderazgo visible genera confianza y credibilidad. No se trata de discursos, sino de coherencia. Cuando un trabajador ve que su jefe aplica bloqueador cada 2 o 3 horas, entiende que esa medida es importante y válida para todos.
En la cultura de seguridad laboral, el ejemplo siempre pesa más que la instrucción.
3. Rutinas y Hábitos: De la recomendación al hábito automático
De nada sirve entregar protector solar si no se establece una dinámica que asegure su uso constante. Así como existen «pausas activas» para la prevención de riesgos ergonómicos, deberían existir también «pausas de fotoprotección».
Un ejemplo concreto es fijar un horario a media mañana y otro después del almuerzo para que todos los trabajadores se reapliquen protector solar. Esta rutina no solo refuerza el hábito, sino que normaliza el autocuidado y lo incorpora como parte de la jornada laboral, al mismo nivel que usar casco o guantes.
Además, las rutinas permiten combatir la percepción errónea de que basta con una sola aplicación al día. La repetición guiada por horarios específicos asegura la eficacia real del fotoprotector.
4. Cuidado de Equipo: La cultura del «yo te cuido, tú me cuidas»
El último pilar es el más humano y poderoso: el cuidado mutuo entre compañeros. En faenas y trabajos al aire libre, los trabajadores pasan largas horas juntos. Este vínculo puede convertirse en la mejor red de prevención si se fomenta la cultura de recordarse mutuamente la importancia de aplicarse protector solar, usar gorro o buscar sombra en los descansos.
Cuando el equipo se protege entre sí, la fotoprotección deja de ser una orden externa y se transforma en un valor compartido. Esa cultura de cuidado colectivo es la que finalmente consolida el hábito y lo vuelve sostenible en el tiempo.
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